Tenemos un problema con China. Donald Trump toma posesión. Crea a su alrededor una corte en la que gravitan personajes como Elon Musk, Sam Altman o Mark Zuckerberg. Declara la inteligencia artificial cuestión de Estado y avala con su presencia inversiones gigantescas en este ámbito. La hegemonía estadounidense parece incontestable. Pero aparece DeepSeek y todo cambia.
DeepSeek es un asistente inteligente con un rendimiento comparable y, en algunos aspectos, mejor que el modelo más caro de ChatGPT, el o1 de OpenAI. Pero lo hace gratis. Y ha costado mucho menos. Si los chinos hacen una app con tan poco dinero, ¿por qué necesita Silicon Valley tantos recursos? ¿Ha encontrado DeepSeek una manera innovadora de entrenar el modelo de lenguaje que no implique acumular chips y más chips en centros de datos gigantescos y costosos como era la norma? La respuesta de los inversores a estas preguntas ha sido una caída descomunal en bolsa de Nvidia, empresa que fabrica las GPU, los chips con los que trabaja el sector.
Tenemos un problema con China. Mientras el país asiático fabricaba productos baratos, nadie se preocupó. Cerrábamos fábricas, pero no importaba. La manufactura quedaba para los asiáticos. Pero cuando China empezó a fabricar productos avanzados, la cosa cambió. En el 2018, Estados Unidos acusó de robo y espionaje a Huawei, que hacía sistemas de telefonía móvil 5G superiores a los suyos. Con el coche eléctrico, China demostró que podía hacer las cosas sola. Copiaba y mejoraba (como otros). Era el rival a batir.
En la primera globalización, los economistas occidentales se quejaban de que los países pobres eran incapaces de utilizar con éxito la tecnología de las naciones desarrolladas. Eran corruptos y estaban poco educados. Pero, cuando apareció un alumno espabilado, se le acusó de copiar y robar tecnología. Con DeepSeek ha vuelto a pasar. Dicen que ha copiado, ha robado y que lo conseguido es flor de un día. Sin contar con lecturas más conspirativas, como que Xi Jinping ha elegido el momento adecuado para fastidiar la fiesta a Trump.
Aseguran que el encanto de DeepSeek se desvanece cuando uno le pregunta a la app por Tiananmen o Taiwán. Dicen que no responde. Sería la prueba de que ha sido concebido en un sistema autoritario. Pero, en este mundo, cada día hay menos certezas. ¿Confiarían ustedes la cartera a Sam Altman o a Elon Musk? Complejo dilema. Sobre todo si el que tiene que decidir vive en Europa, continente que no juega en esta liga. DeepSeek ha cambiado el paradigma de la inteligencia artificial. Siempre queda partido cuando menos te lo esperas.