¿Cuántos soldados que participaron en el golpe del 4 de febrero de 1992 sabían en que se estaban metiendo? De aquel alzamiento militar se cumplen hoy 33 años: es el acta de bautismo de la gente que está en el poder. De la única acta de la que dan cuenta, valga decir. En una extensa entrevista publicada en España en noviembre de 2002 titulada Hugo Chávez Frías: un hombre, un pueblo, firmada por la socióloga marxista chilena Marta Harnecker (1937-2019), el teniente coronel responde la pregunta inicial.
Chávez dice: “Yo tenía un batallón, eran como 20 oficiales y 500 y tantos soldados. De ellos sólo un grupo muy pequeño de oficiales sabíamos lo que íbamos a hacer esa noche, las tropas no sabían nada”.
Harnecker, muy apreciada en la izquierda tradicional latinoamericana que convirtió en catecismo su libro Conceptos elementales del materialismo histórico (1969), discípula de Louis Althuser y cónyuge del jefe de los servicios de seguridad de Cuba -Manuel Piñeiro, comandante Barbarroja- hasta la muerte de éste, deja que el teniente coronel, ya presidente entonces, adorne la primera frase. Cuenta que era un dilema para él conducir a aquellos hombres sin que supieran que podían perder su vida y decidió citar a los oficiales -¿esa noche?, Harnecker no lo repregunta- para explicarle lo que fraguaba y que aquel que no quisiera participar entregara su arma y solo podría salir del comando donde se hallaban después que él y los alzados partieran hacia Caracas. La operación se habría repetido con los 500 y tantos soldados -¿esa noche también?
Chávez y los otros comandantes que dieron el golpe, prontamente frustrado en su ejecución militar, afirman haber movilizado a 6.000 hombres (otras fuentes reducen considerablemente esa cifra). ¿Cuántos lograron saber lo que iban a hacer? ¿Cuánta verdad hay en la versión de que a los alzados se les preparó para una acción de urgencia dirigida a proteger la vida y seguridad del presidente de la República, Carlos Andrés Pérez? ¿Es posible pensar, y creer que esa noche fueron informados todos los alzados del berenjenal adonde los conducían los cabecillas del MBR-200 (Movimiento Bolivariano Revolucionario)?
Mucho después de los hechos del 4F, pero antes de la entrevista con Harnecker, Chávez tuvo un debate televisado con Claudio Fermín, quien también tenía un dilema: ser o no ser líder de su partido. En el cara a cara Chávez admitió que llevaba en el alma “los 14 muertos” de esa noche. ¿Sabrían los 14 por qué murieron? ¿Fueron solo 14, porque hay versiones más abultadas? ¿Contaba Chávez los de “su bando” o incluía a aquellos perecieron en el cumplimiento del rol institucional que asigna la Constitución a la fuerza militar y fueron sorprendidos por la “traición” de sus compañeros de armas? ¿Cómo se llamaban los muertos, importa?
El “por ahora” de Chávez -el 27 de noviembre de aquel año 1992 hubo otro alzamiento- lo catapultó, a pesar de la falta de coordinación y efectividad militar en el golpe, al éxito político, coronado en las elecciones de 1998. Pero el acta bautismal, con olor a pólvora, entre gallos y medianoche, siempre estará allí como una indicación, aunque desatendida, de la catadura de los afiebrados comandantes que quisieron imponer por la fuerza una ambición política iluminada que arrastró al país a la oscuridad.
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