![Antonio R. Naranjo | Karla Sofía Gascón Antonio R. Naranjo | Karla Sofía Gascón](https://venezuelanoticias.net/wp-content/uploads/2025/02/666cc4387ad74.jpeg)
A Karla Sofía Gascón, la actriz española ahora cancelada por viejos mensajes en las redes sociales, xenófobos, homofóbicos y vulgares a juicio del Tribunal de la Pureza Progresista que regula el ecosistema público, cabe hacerle algunos reproches, que probablemente no sean los que ella misma se espera.
El primero, su incapacidad para emitir opiniones sobre cualquier asunto sin acompañarlas de un regüeldo: no es que se pueda, es que debe discutir sobre el impacto social, cultural, económico y policial del llamado multiculturalismo, que solo tiene oportunidad de prosperar decentemente si a los derechos le acompañan las obligaciones y la aceptación de unas normas que escapan del ámbito troglodita y medieval del que proceden quienes piensan, por ejemplo, que el mejor vestido para una mujer es uno que la tape entera y el mejor lugar para un gay está en lo alto de una grúa. Pero no hace falta llamar «puto moro» a nadie.
El segundo, su metamorfosis ideológica, más que física, con todo el aroma a postureo bienqueda: eso de pasar de señalar con el dedo a todo lo que no gusta a hacerse la víctima de una transfobia en realidad residual, parece definir a una persona con más cara que espalda, capaz de aplicarse la máxima marxista, de Groucho, sobre su valores: éstos son mis principios, pero si no le gustan, tengo otros.
Saltar del fustigamiento implacable a Sánchez al peloteo baboso a Sánchez para prosperar en la galaxia woke puede tener efectos laborales positivos, pero retrata a un hipócrita dispuesto a denunciar las cuotas por sexo, raza o apariencia que luego, en realidad, exige para sí mismo.
Y el tercero, y quizá más relevante: el patético ejercicio de presentarse como una víctima de una conspiración, de negar con la boca pequeña la autoría de sus mensajes más polémicos y, sobre todo, y de renunciar a defender aquello en lo que cree y pedir disculpas, todo lo más, por expresarlo con palabras soeces, impropias y beligerantes.
No ha logrado comprensión del talibanismo que ella misma alimentó y ahora es víctima de esa brigada Farenheit 451 que tira a la hoguera pensamientos alternativos. Y a la cobardía de renegar de sí misma, le ha añadido la humillación de recibir por ello aún menos indulgencia.
Alguien que experimentó el traumático viaje de llevar hasta el final la controvertida idea de que puede nacerse en el cuerpo equivocado no ha sido capaz, sin embargo, de resistirse a sumarse a las filas que finalmente la han linchado ni, tampoco, de defenderse de la incomprensión del establishment político con un amejoramiento de los argumentos que en el pasado desplegaba, sin pudor, para replicarlo.
No debe ser nada fácil vivir con misiles disparando de quienes no entienden la transexualidad y, a la vez, de quienes ven en una víctima de eso, de repente, a un verdugo con el resto de fobias. Por eso, y ésta es la moraleja, siempre es mejor ser fiel a uno mismo y que eso te lleve hasta donde se pueda. Con seguridad, será un lugar mejor que al oprobio, la vergüenza y el ridículo.