
Arabia Saudí acaba de desenterrar el hacha de guerra, pero no para iniciar el lanzamiento de misiles o a una invasión a un país vecino; es otro tipo de guerra, económica, y en el que el arma son los grifos de petróleo, la que el reino saudí ha declarado en las últimas décadas en varias ocasiones. Se trata de una guerra de precios, un conflicto al que Arabia ya está acostumbrado, ya que son cinco los que se han sucedido en los últimos 40 años. Los rivales no han sido los mismos en todos los conflictos de los últimos años, pero el objetivo no ha cambiado: Arabia quiere forzar a que haya una caída de los precios para expulsar del mercado a los productores menos competitivos y lo hará a base de inundar el mundo con su petróleo.
El conflicto actual tiene como objetivo meter en vereda a Kazajistán e Irak, socios de Arabia en el cártel conocido como OPEP+ (la Organización de Países Exportadores de Petróleo, y sus colaboradores externos, como Rusia o Kazajistán), y que en los últimos años han incumplido sus compromisos con la Organización. El precio del petróleo ya está sufriendo las consecuencias del aumento de oferta anunciado por Arabia Saudí, y en el pasado estos conflictos hundieron los precios del barril. El Brent acumula una caída del 19,8% en lo que va de año, y su precio ha caído por debajo de los 60 dólares por primera vez desde 2021.
El poder de Arabia en el mercado del petróleo es enorme, tanto por ser el principal productor del mundo de petróleo, como por su liderazgo en el cártel de la OPEP+, el más importante del planeta por su volumen de producción, y el recurso de la guerra de precios lo ha utilizado en el pasado en los momentos en los que ha querido defender su cuota de producción. Después de varios años asumiendo la mayor parte de los recortes de oferta de la OPEP, ahora Arabia se ha cansado de los ‘gorrones’ del petróleo, y ha cambiado su estrategia con el inicio de la nueva guerra de precios.
Además, de paso, intentará con este movimiento frenar el aumento de producción por parte de los productores de petróleo de esquisto en EEUU, que, según los cálculos de la Agencia Internacional de la Energía (IEA), necesitan precios del crudo en 65 dólares para poder abrir nuevos pozos rentables.
El cambio de estrategia del reino saudí se ha hecho en un momento en el que el mercado está en una situación de equilibrio ficticia entre la oferta y la demanda, que sólo se mantenía gracias al recorte de producción pactado por la OPEP. Con los nuevos barriles que se incorporarán a la oferta mundial de crudo, la sobreoferta de la materia prima está asegurada hasta nueva orden.

La primera guerra de precios: 1985, contra Irak e Irán
En las últimas décadas, hay cuatro precedentes de guerras que se libraron con incrementos de producción, y en todas ellas Arabia Saudí ha tenido un papel protagonista, desembocando además en un descenso de los precios muy significativo.
El primer conflicto de este tipo fue en 1985, y es el más parecido al actual de la serie histórica. A principios de 1980, Arabia Saudí trató de mantener altos los precios del crudo con límites de su propia producción, sacrificando su cuota de mercado, para evitar que el petróleo se hundiese. Igual que ocurre ahora, otros miembros de la OPEP, como eran Irak e Irán, no cumplieron con sus cuotas acordadas, y aprovechaban las subidas de precios que lograba Arabia con su sudor para vender cada vez más crudo, igual que ha ocurrido en los últimos años con algunos productores de la OPEP, como son Irak, de nuevo, y Kazajistán.
La deslealtad de los años 80 terminó como lo ha hecho ahora: Arabia disparó su propia producción en 1985, pasando de los 3 millones de barriles diarios a los 10 millones de barriles diarios, según los datos de la Agencia de Información de Energía de Estados Unidos. La respuesta del mercado fue inmediata: entre noviembre de 1985 y marzo de 1986 el precio del crudo se hundió un 63%.
El país no consideró esto un éxito, y el ministro de petróleo saudí de aquel momento, Ahmed Zaki Yamani, fue despedido en 1986. Eso sí, Arabia no recuperó los niveles de producción previos a la guerra de precios hasta la década de los 90, y los precios del crudo no alcanzaron los niveles que había al inicio del conflicto hasta casi el año 2000.
La segunda guerra: 1997, un intento de atrapar demanda creciente
A finales del siglo XX tuvo lugar la segunda guerra de precios del crudo por aumentos de oferta, pero su desarrollo no tuvo tanto que ver con el resto de conflictos. En aquel momento, Arabia no tenía la intención de castigar a compañeros desleales, o de intentar frenar el desarrollo de otras industrias extranjeras: su objetivo era, sencillamente, intentar ganar cuota de mercado en un momento en el que las previsiones de demanda estaban creciendo rápidamente.
No fue así: en 1997 la crisis de los tigres asiáticos hundió el consumo de petróleo, y los precios se hundieron de nuevo, en este caso, un 52% entre octubre de 1997 y diciembre de 1998. El precio volvió a caer a niveles no vistos desde la década anterior, llegando incluso a perder los 10 dólares por barril en el caso del West Texas.
La consecuencia de esta guerra fallida fue que Arabia entendió que debía colaborar con productores ajenos a la OPEP, como México y Rusia, con quien se pactó volver a cerrar los grifos al final de la década, y para intentar impulsar los precios del crudo tras esta guerra. Así, se plantó la semilla de lo que, años después, sería la OPEP+, una colaboración oficial entre la OPEP y socios externos, como Rusia.
La tercera guerra: 2014, contra el ‘fracking’ estadounidense
El tercer conflicto de aumento de producción que implicó a Arabia Saudí fue en 2014, y tuvo como rival, nada menos, que a Estados Unidos. Desde 2008, el gigante norteamericano, el mayor consumidor del mundo de petróleo, había empezado a incrementar su producción propia gracias a la técnica del fracking, y en 2014 ya le disputaba a Arabia Saudí la corona de mayor productor del mundo de crudo.
Fue entonces cuando el reino saudí, que cuenta con uno de los costes de producción más bajos del mercado (lo cual no significa que no dependa mucho de precios altos, ya que la dependencia del crudo para financiar su gasto público ha sido enorme para Arabia Saudí en las últimas décadas), trató de hundir a la incipiente industria estadounidense desenterrando el hacha de guerra. Disparó su producción hasta los topes, y el precio del crudo se hundió un 72% entre junio de 2014 y febrero de 2016, pasando del entorno de los 100 a los 30 dólares en menos de dos años.
La producción de EEUU se redujo, pero no se hundió, y Arabia tuvo que terminar claudicando, y volviendo a recortar la oferta, asumiendo que tendría que sacrificar su cuota si quería volver a ver al petróleo en precios más altos.
El último conflicto: 2020, contra Rusia
En plena pandemia, el mercado del petróleo evidenció la fragilidad de la alianza que había entre Arabia Saudí y Rusia, en el seno de la OPEP+. Ambos países se enzarzaron en una guerra de producción, después de no ser capaces de negociar las nuevas cuotas a las que se comprometerían para los próximos años.
El conflicto, combinado con el hundimiento de la demanda debido a los confinamientos, generó una caída del precio del crudo de más del 73% en apenas tres meses y, gracias, en parte, a la mediación de Estados Unidos entre las dos partes, Rusia y Arabia acordaron volver a recortar la producción para evitar que el crudo siguiese cotizando en 20 dólares. Como anécdota quedó en el recuerdo el día en el que el barril estadounidense llegó a cotizar en precios negativos, un ejemplo de cómo se distorsionó la situación de oferta y demanda de petróleo en aquel momento.