
Poco nos podíamos pensar, nosotros y los ciclistas, que íbamos a vivir una etapa tan dura como la de este jueves en el Giro de Italia, la sexta. Una jornada durísima y que ha tenido muchas cosas. Primero, los kilómetros, ya se sabía que era la etapa de mayor kilometraje de esta edición, de 227 kilómetros.
Un día en la que ha habido dos ciclistas escapados de inicio, Paleni y Van der Hoorn, que han rodado muy bien y que les han cogido a escasos kilómetros de la línea de llegada.
A 70 kilómetros de meta se ha producido una caída en la que se han visto involucrados muchos corredores. Varios han sido los que se han caído y corredores importantes, como Pedersen, Carapaz o Vine, y otros que se han visto obligados a abandonar, como Jai Hindley en una muy mala noticia para Primoz Roglic.
Tras hablar con dirección de carrera han decidido neutralizar la etapa y reanudarla después sin contar los tiempos en meta. Para mí, no había para tanto. Es lógico que la carretera estuviera resbaladiza, pero en mi modesta opinión no tendrían que haber tomado las decisiones que se han tomado. En el Tour de Francia no se hubiera actuado igual, por eso el Tour es el Tour.
En el sprint final, Kaden Groves ha sido el mejor sin discusión y ha obtenido una clara victoria.
Los organizadores se han limitado a cumplir con los patrocinadores de la llegada en Nápoles y han destrozado la etapa, ya que el que no tenía opciones o no quería disputar el sprint ha levantado el pie.
Y mañana, primer día clave, con una etapa de 169 kilómetros, cuatro puertos y final en un primera. Una etapa en la que ya veremos en qué condiciones están los favoritos, quien está más fuerte de todos ellos ellos a estas alturas de la carrera.