
En muchos países, si no la mayoría, las mujeres violadas vuelven a ser violentadas y maltratadas por el sistema judicial. Pero Gisèle Pelicot se ha convertido en una heroína para Francia y el resto del mundo por asegurarse el control del relato en su enfrentamiento a los crímenes cometidos por su marido y otros 50 hombres, todos ellos hallados culpables en un histórico conjunto de sentencias. A pesar de que algunas parecen escandalosamente cortas, la condena a los violadores y al marido que lo orquestó se siente como una especie de justicia.
Cuando descubrió que su marido la drogaba y ponía anuncios en Internet para que desconocidos la violaran mientras estaba inconsciente, Gisèle abandonó su casa, su matrimonio y la historia que se había contado a sí misma sobre su vida, para pasar un tiempo retirada. Se podía haber repetido la misma historia de siempre, con el avergonzamiento, el acoso y la culpabilización de una mujer en los tribunales, pero al salir de su aislamiento Gisèle tomó dos decisiones clave que la convirtieron en una heroína feminista, permitiéndole romper con ese relato y escribir el suyo propio.