
Los nervios en las Bolsas de todo el mundo están a flor de piel por la crisis de los aranceles desatada por Donald Trump. Basta cualquier mínima noticia para levantar de golpe y porrazo los ánimos y las cotizaciones o para hundirlas en un abrir y cerrar de ojos. El asunto quedó patente el pasado lunes, cuando un tuit sobre una posible pausa en las tarifas impuestas a todo el comercio mundial provocó un rebote fantasma del 5%. Fantasma porque, cuando la Casa Blanca desmintió la información, los índices volvieron a registrar caídas en cuestión de segundos. Pero este miércoles no fue un espejismo. El presidente decidió decretar un respiro de 90 días con carácter general, menos para China, a la que endosó una nueva tasa del 125 %.
La noticia tuvo efecto inmediato. Un buen ejemplo de la euforia generalizada fue el Nasdaq, que terminó la jornada con la segunda mayor subida del siglo. Si alguien salió bien parado de este rebote fue Elon Musk, que cerraba la sesión viendo como las acciones de Tesla se revalorizaron más de un 22 %. En cuestión de un par de jornadas, la compañía consiguió recuperar 100.000 millones de capitalización, algo que le ayudó a maquillar el mal año negro que está viviendo en Bolsa el fabricante estadounidense.
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M. Mcloughlin Gráficos: Unidad de Datos
El magnate fue uno de los grandes apoyos y mecenas de Trump durante la campaña electoral. No solo puso al servicio del republicano una red social como Twitter, sino que dedicó parte de su fortuna para premiar a los votantes que se movilizasen en estados clave. Una vez reelegido, el presidente le premió poniéndole al frente de DOGE, ese pseudoministerio de la eficiencia. Han aparecido codo con codo en varias ocasiones, bien en el Despacho Oval contestando a los periodistas o en uno de los automóviles de la marca de Musk tras haber convertido los jardines de la Casa Blanca en un enorme concesionario para respaldar a la compañía.
Pero esta sintonía se rompió hace unos días. Elon Musk ha sido una de las figuras del entorno del presidente que más claramente se ha pronunciado en contra de estos impuestos. Parece que el hemisferio empresarial del magnate se ha impuesto al hemisferio trumpista. El pasado fin de semana participó en un evento de la Liga Norte de Matteo Salvini, donde afirmó que esperaba un sistema de tasas cero entre Europa y Estados Unidos. Pero eso solo era el aperitivo. No dudó en pasar al ataque y llamar “idiota” y desacreditar en varias ocasiones a Peter Navarro, asesor presidencial y uno de los ideólogos del bazuca arancelario estadounidense.
Musk como síntoma
La victoria de Musk en este particular pulso entre los hombres del presidente es una muestra de uno de los apoyos más envenenados que ha recibido en su segunda carrera presidencial: el de la industria tecnológica. Eso incluye nombres como Tim Cook hasta Sam Altman, pasando por Sundar Pichai, Mark Zuckerberg o Jeff Bezos. También estuvieron reconocidos inversores como Peter Thiel, fundador de empresas como PayPal.
Casi ninguna de las fuerzas vivas que gobiernan Silicon Valley se perdió la toma de posesión de Trump, que les reservó un lugar muy especial, junto a expresidentes y otros poderes públicos. Juntos protagonizaron una foto histórica y muy significativa de los tiempos que se avecinaban. La única ausencia destacada, alegando problemas de agenda: Jensen Huang, CEO de Nvidia. Muchos de estos líderes, a modo personal o en nombre de su empresa, habían firmado cheques con varios ceros como donación para los fastos por su segunda llegada al poder.
Esto suponía un cambio notable frente a la hostilidad manifiesta que muchas empresas mantuvieron durante su primer mandato. Todos los que allí estaban tenían un buen motivo particular para arrimarse al presidente. En el caso de Google, por ejemplo, está la decisión de la Justicia tras declarar que su buscador es un monopolio. Las medidas podrían alcanzar obligaciones tan dolorosas para sus intereses como tener que vender divisiones como Chrome o Android.
Además, está esperando la resolución de un juicio por motivos similares contra su negocio de publicidad digital. Amazon y Meta también están pendientes de procesos antimonopolio. Apple, que también ha sido demandada por el Departamento de Estado por supuestas prácticas autoritarias, alberga el deseo de que la nueva Administración presionase para que la Unión Europea no le golpeara una y otra vez con la DSA y DMA para obligarle a hacer cambios en su ecosistema.
Un cambio que no llega
El sentir general de la industria tecnológica es que la llegada del republicano iba a abrir un nuevo capítulo en la relación con la Administración estadounidense y que ese clima de entendimiento se iba a traducir en una mayor libertad normativa y una progresiva desregulación en un momento clave en la carrera por la inteligencia artificial. Su antecesor en el cargo, Joe Biden, no puso precisamente las cosas fáciles a estas empresas. La relación hostil y vigilante hacia las Big Tech quedó meridianamente clara con uno de los primeros nombramientos del demócrata en 2020 para dirigir un organismo clave en la relación con estas compañías como la FTC: Lina Khan.
Profesora en la Universidad de Columbia, esta experta en derecho saltó a la fama tras un ensayo que se convirtió en una especie de Biblia para los partidarios de trocear y dividir estas grandes compañías como única forma de garantizar la innovación en el país. Pero las expectativas de las grandes personalidades de Silicon Valley no parecen estar cerca de saciarse. Trump ha tenido pequeños gestos hacia ellas, como ha sido derribar la normativa en torno a la inteligencia artificial que Biden le había dejado como herencia o aprobar medidas para impulsar el mundillo de las criptomonedas.
La tormenta desatada por los aranceles parece haber sido la primera gran crisis en este matrimonio. Durante días vieron cómo la sangría bursátil les llevaba a perder miles de millones de dólares en capitalización. Este miércoles pudieron por fin respirar, al menos en parte, tras la pausa de 90 días. Pero el balón de oxígeno se terminó rápido porque las bolsas volvieron a registrar números negativos 24 horas más tarde. La razón no solo es la incertidumbre de cómo se resolverá este embrollo, sino también porque la guerra con China no es que no se haya relajado, es que ha seguido subiendo de intensidad, con aranceles que alcanzan ya el 145 %.
Esto demuestra que los intereses de la Casa Blanca y los del lobby tecnológico no van a ser tan fáciles de casar a la hora de la verdad. A pesar de la medida de gracia, Apple sigue condicionada por su excesiva dependencia de China, de donde salen el 80 % de sus productos. Amazon también, y ya ha reconocido que no le va a quedar otro remedio que subir precios para hacer frente a la nueva situación. Y así un largo etcétera, porque incluso las que, como Microsoft o Google, no tienen un negocio de bienes de consumo tan grande, también dependen de la potencia asiática para importar componentes y equipos para la construcción de centros de datos.
La de China se ha convertido, por tanto, en una nueva preocupación de una larga lista que no ha hecho más que alargarse desde que empezó el mandato de Trump. Una nueva preocupación que ha hecho perder mucho dinero a estas empresas, pero también a un buen número de inversores y fondos.
La nueva Administración ha dejado claro, con los nombramientos para el Departamento de Justicia o el de la FTC, que va a seguir con el impulso regulatorio a las grandes tecnológicas. En el caso de la empresa antes conocida como Facebook, además, está viendo cómo el presidente ha activado una operación para que TikTok, una de sus mayores rivales, pueda seguir operando en el país. Por si fuera poco, la política migratoria del presidente amenaza con abrir un nuevo frente, porque pretende endurecer muchísimo tanto el acceso como los permisos de residencia en el país. Algo que puede ser un duro golpe para estas multinacionales, sedientas de atrapar talento en el extranjero, como llevan haciendo una década. La luna de miel entre Trump y la élite tecnológica ha durado poco. Y lo peor para Silicon Valley podría estar aún por llegar.
Los nervios en las Bolsas de todo el mundo están a flor de piel por la crisis de los aranceles desatada por Donald Trump. Basta cualquier mínima noticia para levantar de golpe y porrazo los ánimos y las cotizaciones o para hundirlas en un abrir y cerrar de ojos. El asunto quedó patente el pasado lunes, cuando un tuit sobre una posible pausa en las tarifas impuestas a todo el comercio mundial provocó un rebote fantasma del 5%. Fantasma porque, cuando la Casa Blanca desmintió la información, los índices volvieron a registrar caídas en cuestión de segundos. Pero este miércoles no fue un espejismo. El presidente decidió decretar un respiro de 90 días con carácter general, menos para China, a la que endosó una nueva tasa del 125 %.