
Miles de personas se volvieron a manifestar recientemente en varias ciudades francesas para pedir una nueva ley contra la violencia machista que incluya la noción del consentimiento puesta de actualidad por el caso de Gisèle Pelicot, violada por al menos 51 acusados, incluido su exmarido, ahora condenado a 20 años de prisión.
Durante estas semanas, Gisèle Pelicot se ha mostrado fuerte y digna, como una heroína, muy a su pesar. Con este macroproceso, a puerta abierta a petición propia, Pelicot ha expuesto la crudeza de años de violencia sexual y, mirando a los ojos a sus agresores, subrayó que “no me arrepiento de dar la cara”.
Los hechos juzgados ocurrieron entre 2011 y 2020, periodo en el que la víctima fue drogada con grandes dosis de ansiolíticos administrados por su entonces marido, Dominique, sin que ella lo supiese y que la postraban en un estado de inconsciencia que la impedía recordar lo sucedido.
Conmoción por el caso Pelicot
Si Gisèle abrió el camino para la lucha de las francesas, Dominique puso en el mapa el nombre de Mazan, un pequeño y tranquilo pueblo en la Provenza francesa donde nadie lo sabía pero decenas de hombres se contactaban por Internet para perpetrar sus peores fantasías.
Sin un perfil definido, solteros, casados, mayores o jóvenes y de cualquier profesión, no fueron pocos los que acudieron a la llamada del monstruo. Al menos 80, aunque sólo medio centenar de ellos han sido condenados.
Todo se destapa en septiembre de 2020, cuando Dominique Pelicot es detenido por grabar bajo la falda a varias mujeres en el supermercado. Una de ellas asegura que, en un primer momento, le pareció un pobre hombre. “Pero, ¿se dan cuenta? Menos mal que le denunciamos”, añade.
Fue entonces cuando los agentes de la Policía encontraron, en su ordenador personal, miles de fotos y vídeos de abusos. Destaparon una década de agresiones sexuales a su esposa, sedada e inconsciente.
“Él tenía su familia pero, al llegar la jubilación, algo pasó. Los días vacíos y su infancia volvieron a la superficie”, señala Beatrice Zavarro, abogada de Dominique. Empezaba así uno de los casos más sórdidos que se recuerdan en el país vecino.
Y llegaron los días de la vergüenza, de las capuchas, de los rostros tapados, de los 51 violadores que desfilaron ante ella. “Él contactó conmigo, me lo propuso y dije ‘¿por qué no?'”, afirma uno de los acusados, hombres ‘normales’ de entre 26 y 74 años.
Únicamente, 15 de ellos han reconocido su culpabilidad. El resto ha intentado excusarse con argumentos injustificables.