
California arde de nuevo, pero esta vez no es el abrasador verano el que alimenta las llamas, sino el crudo invierno. Los incendios que devastan Los Ángeles y sus alrededores han marcado un nuevo hito en la historia de la región, exacerbados por el cambio climático y el impacto humano en el entorno natural.
Lo que antes parecía poco probable —incendios de gran magnitud en pleno enero— ahora se convierte en una trágica realidad, desafiando las nociones tradicionales de “temporada de incendios”.
Las huellas del cambio climático detrás del fuego
Muchos expertos coinciden en que el cambio climático está haciendo que los incendios sean más intensos, más rápidos y más destructivos. Jennifer Balch, científica de la Universidad de Colorado, lo explica claramente: “Los incendios se han acelerado”, dijo la experta a la agencia AP. “Sospechamos que el gran culpable es el calentamiento del clima, que facilita la quema de combustibles cuando las condiciones son las adecuadas”.
Esto es especialmente evidente en invierno, cuando normalmente se esperaría que las lluvias mitigaran el riesgo. Sin embargo, la falta de precipitaciones y las olas de calor prolongadas han secado la vegetación, convirtiéndola en el perfecto combustible para las llamas.
Un ejemplo claro es lo que Tim Brown, director del Western Regional Climate Center —un centro de investigación del clima que presta servicios en el oeste de Estados Unidos—, llama “una alineación perfecta”: los llamados vientos de Santa Ana a 160 km/h, vegetación seca tras dos inviernos húmedos y una sequía extrema, lo que en gran parte, coinciden los expertos, se ha visto acelerado por el calentamiento global.
Los incendios que estamos viendo en California actualmente no solo consumen hectáreas a un ritmo sin precedentes, sino que también ponen en peligro miles de vidas humanas y animales.
Un impacto devastador en la fauna
El daño de estos incendios no se limita a la destrucción de hogares y comunidades humanas; también están reconfigurando los hábitats de la fauna local. Los científicos estiman que los incendios forestales, que arden con mayor frecuencia e intensidad, en áreas geográficas más grandes y durante temporadas más largas, ahora contribuyen al riesgo de extinción de al menos 1.660 especies animales en todo el mundo.
Algunas especies han desarrollado habilidades sorprendentes para sobrevivir, como algunas especies de lagartos en Estados Unidos que corren más rápido en áreas recientemente quemadas o el búho moteado (Strix occidentalis) que caza con mayor eficacia en paisajes carbonizados.
Sin embargo, no todas las especies tienen esta suerte. Los ecosistemas necesitan lo que los científicos llaman “pirodiversidad“, un mosaico de áreas intactas y quemadas para mantener la biodiversidad. Pero los incendios cada vez más extensos y homogéneos están destruyendo esta diversidad esencial.
Una nueva realidad
En palabras de David Acuña, jefe de batallón de Cal Fire, el Departamento de Bomberos de California:
“Antes hablábamos de temporadas de incendios; ahora hablamos de años de incendios”.
La estadística lo respalda: los incendios en California han duplicado su intensidad desde el año 2000, y las proyecciones indican que esta tendencia continuará a medida que el planeta se caliente y se seque aún más.
El reto ahora no solo es combatir las llamas, sino adaptarse a esta nueva realidad climática. Con una población en constante crecimiento y más personas viviendo cerca de zonas rurales, es fundamental revisar las prácticas de urbanización y los métodos de gestión forestal.
Los incendios de invierno en California son un claro recordatorio de que el cambio climático no entiende de estaciones. El costo humano, económico y ambiental de estos desastres exige una acción climática urgente. Sin un cambio profundo en cómo gestionamos nuestro planeta, el fuego seguirá siendo el protagonista de nuestras tragedias.
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