Marisa ha muerto


Marisa ha muerto, pero sigue viva en todas las películas en las que prestó su rostro, su figura, la luz de sus ojos y la voz que emanaba de su alma. Tal es el milagro del cine, permite que sus criaturas regresen del hades y nos conmuevan una y cien veces, aunque nos hayan dejado en este valle de lágrimas que es nuestro mundo.

Tengo ganas de volver a verla en Todo sobre mi madre, posiblemente su mejor película y también la mejor de Pedro Almodóvar, que no es poco. Nadie supo filmarla como Almodóvar y nunca se sintió, creo, tan a gusto como en sus películas. Me imagino la consternación de Pedro y de toda su familia de El Deseo. Me imagino también la consternación de todos los actores y actrices que compartieron escenario con ella. Era exigente y cálida. Quería brillar, pero que los demás brillasen también con ella.

Marisa ha muerto y no podremos volver a cruzarnos con ella cerca de su casa, el barrio de Chueca, donde tantos años vivió con nuestro querido y admirado Chema Prado, su compañero durante tantos años. Hay personas que ves a lo lejos y cruzas tres calles para saludarlas. Marisa era una de esas personas, pues ese encuentro, aunque fuese de tres minutos, iba a estar cargado de simpatía y humor.

Marisa tenía un extraordinario sentido del humor. Con esa voz medio ronca, entonada como si estuviera dentro de una obra de Tennessee Williams, soltaba verdades como puños. Por ese motivo, oírla suponía un gran placer. Oír una verdad saliendo de la boca de Marisa era algo único, tronchante.

Toda gran verdad, cuando no ofende, causa risa. Y Marisa nunca ofendía. Echaremos de menos ese sentido del humor tan suyo, tan divertido, porque Marisa era divertida sin proponérselo. O proponiéndoselo de una manera muy velada, muy coqueta. Sí, coqueta, pero de una coquetería nada cursi. Se puede ser coqueta sin ser cursi. Marisa era una maestra de la coquetería no cursi.

Marisa ha muerto y ya no podremos filmarla. Qué gran tristeza, qué gran pérdida. Los directores de cine hemos perdido una gran presencia. Cuando muere una gran actriz en pleno dominio de sus facultades y de su técnica como ha muerto Marisa, repentinamente, dentro de un proceso creativo, pues estaba ensayando el día antes de tener un malestar, se pierden todos los personajes que hubieran podido existir en muchas películas. Esa es la pérdida cósmica a la que nos enfrentamos hoy todos los directores del mundo.

Tuve el privilegio de trabajar con ella en Petra. Mi productor, José María Morales, me la propuso para el personaje de la madre de Petra y esposa de Jaume, el artista sociópata que causa terribles males a su alrededor. De entrada, me pareció una sugerencia extravagante, pues yo no había trabajado con actrices tan conocidas, pero tras un encuentro con ella, me di cuenta de lo mucho que podía dar al personaje y a la película. Como dijo un crítico de cine, en Petra, Marisa no interpretó la fragilidad… se hizo frágil… es algo muy diferente, algo muy valiente.

A Marisa le importaba mucho la película, no solo su personaje. En un momento en el que las fechas de rodaje se tambaleaban por culpa de problemas en la financiación, me dijo: “Cambia las fechas como tenga que ser, pero asegúrate que esté Bárbara Lennie en la película”. En el año 2017, cuando rodamos, Bárbara Lennie era la actriz más en forma y más solicitada del cine en España. Marisa lo sabía y la quería a su lado. Los buenos siempre quieren luchar, y un rodaje es una lucha, con los mejores en frente.

Marisa se destacó también por su labor humanitaria y social. Aunque creo que lo más importante que puede hacer un artista es buscar la excelencia dentro de su oficio, es también loable invertir parte del tiempo en acoger causas que parezcan justas y tratar de ayudar a las personas que han tenido menos suerte. Marisa fue Presidenta de la Academia de Cine y participó en movimientos ciudadanos. No está de más recordarlo.

Los días pasarán. Algunas películas quedarán. O por lo menos quedarán un tiempo. Esa extensión de mortalidad, que diría Javier Gomá, pertenece a aquellas personas que han creado o que han participado en la creación de grandes obras de arte. Marisa elevaba las películas en las que participaba. Eso está al alcance de muy pocos elegidos: elevarse y elevar a los demás con su vuelo. Descansa en paz, querida Marisa. Nosotros, los que nos quedamos un tiempo más, corto o largo, Dios dirá, nos tomaremos un vino en tu recuerdo. Creo que es lo que te gustaría que hiciéramos.



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