
Por cuarta edición desde la invasión de Ucrania, Rusia celebró su Día de la Victoria contra los nazis en la Segunda Guerra Mundial sin poder ofrecer a sus ciudadanos ni una alegría militar en el frente. La “operación militar especial”, destinada a acabar en diez días y programada para ser celebrada el 9 de mayo de 2022, sigue cobrándose vidas y vidas de jóvenes rusos y triturando armas y municiones a un ritmo que no corresponde con los ligerísimos avances del ejército de Valeri Guerásimov en el país vecino.
Con todo, este año la celebración fue ligeramente distinta a las anteriores en algunos aspectos: por un lado, fue la que más líderes extranjeros vio en el palco junto a Vladímir Putin. Desde Xi Jinping a Nicolás Maduro, pasando por el serbio Aleksandar Vučić, el eslovaco Robert Fico o el brasileño Lula da Silva, todos se pasearon en las horas previas por Moscú, se fotografiaron con el presidente ruso y aliviaron la sensación de soledad que ha perseguido al autócrata durante los últimos tres años y pico.
Hasta veinte presidentes o primeros ministros se dieron cita en Moscú para ver desfilar los tanques, los misiles y las aeronaves del ejército ruso, que pronto serán vistos en primera línea de combate en Ucrania. No son muchos, sinceramente, y salvo los representados por Xi y Lula, hablamos de países relativamente menores. Eso sí, hay que tener en cuenta que en mayo de 2022, no acudió absolutamente nadie… y que el año pasado fueron doce los invitados que asistieron, entre los que no estuvo el líder chino, que no es cualquier cosa.
Dicho esto, se echó a faltar algunos posibles aliados rusos que no acaban de decidirse a tomar posición claramente. No estuvo Viktor Orbán, con la excusa de que Hungría no tenía nada que celebrar por el fin de la Segunda Guerra Mundial y la posterior invasión comunista. No estuvo tampoco el presidente turco, Recep Tayyip Erdoğan, que mantiene un “sí, pero no” constante entre la Rusia y la OTAN. Faltaron incluso Kim Jong-un y Masud Pezeshkian, los líderes de Corea del Norte e Irán, respectivamente, los únicos en reconocer públicamente el apoyo militar a Rusia durante la guerra.
La amenaza de los drones ucranianos
Por otro lado, este ha sido el primer año en el que el desfile y los actos paralelos han necesitado de medidas extraordinarias de defensa. Hasta ahora, Ucrania no había mostrado tanta facilidad para llegar con sus drones a Moscú y Volodímir Zelenski ya dejó claro que no pensaba respetar el alto el fuego de tres días propuesto por Putin hasta que Putin no aceptara el alto el fuego incondicional de treinta días propuesto por Donald Trump.
Los aviones de Fico y Vučić tuvieron que llegar tras dar varios rodeos porque los países bálticos se negaron a abrirles su espacio aéreo. Todos los dirigentes vieron el espectáculo bajo una construcción diseñada en principio para protegerlos de un posible ataque sorpresa. Por un momento, la escena recordaba, salvando las distancias, a aquellos primeros viajes clandestinos de los líderes occidentales a Kiev en trenes a oscuras, con el miedo a los misiles rusos metido en el cuerpo.
Esta amenaza —que al final, como es lógico, quedó en nada porque lo último que le interesa a Ucrania es liarla en un acto como este— es bastante significativa de cómo ha evolucionado el conflicto y cómo las fuerzas se han ido igualando. El país presidido por Zelenski ya es capaz de producir autónomamente casi todas sus armas, en especial los drones de ataque, mientras que Rusia saca a las calles cada mes de mayo lo que le va quedando: cada vez, menos tecnología punta y más tanques de la época soviética.
El presidente ruso, Vladímir Putin, y su homólogo chino, Xi Jinping, asisten a un desfile militar en el Día de la Victoria, con motivo del 80.º aniversario de la victoria sobre la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial, en la Plaza Roja, en el centro de Moscú, Rusia, el 9 de mayo de 2025.
Reuters
La Unión Europea contraataca
Lo que sigue exactamente igual es el simbolismo. Putin intenta convencer al mundo del paralelismo entre la guerra contra el nazismo y la guerra contra Ucrania. La “desnazificación” se sigue citando como uno de los requisitos innegociables para cualquier paz duradera. Hace pocos días, el ministro de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov, volvía a mencionarlo en medio de las conversaciones con Estados Unidos en Riad. No deja de ser curioso que la “desnazificación” consista en descabezar un régimen encabezado por un judío que actuaba en las nocheviejas de la televisión rusa.
Quienes no compran esa analogía, desde luego, son los socios europeos de Zelenski. La presencia de Fico fue reprendida duramente por el primer ministro polaco, Donald Tusk, quien afirmó en su visita oficial a Francia que “asistir al desfile de un ejército que bombardea hospitales y mata niños es una vergüenza”. Del mismo modo, la alta representante de la UE para Asuntos Exteriores, la estonia Kaja Kallas, dejó claro que la presencia del primer ministro eslovaco, víctima de un atentado justo hace un año, “no será tomada a la ligera” por parte de la Unión.
Kallas hizo estas declaraciones en Leópolis, casi en la frontera entre Ucrania y Polonia, donde varios ministros de países de la UE celebraron junto a sus homólogos ucranianos el “Día de Europa”, una especie de contraprogramación al jolgorio bélico ruso. Zelenski se unió por videoconferencia y anunció para este sábado una reunión con los representantes de la llamada “coalición de los dispuestos”, es decir, los países que han mostrado su voluntad de mandar tropas para vigilar el cumplimiento de un posible alto el fuego.
Un alto el fuego que, según manifestó sorprendentemente el recién nombrado canciller alemán Friedrich Merz, podría concretarse este fin de semana. No se sabe bien de dónde ha sacado Merz esa información, que luego matizó como “deseo”. Putin lleva meses negándose a dicha tregua si no es bajo sus condiciones y el respaldo de “los suyos” este viernes no va a hacerle cambiar precisamente de idea. Probablemente, más bien, todo lo contrario.